lunes, 4 de noviembre de 2019

Gracias a los peores enemigos de la mediocridad.


El Derecho y su ejercicio profesional no se restringe a la representación de juicios civiles, mercantiles, administrativos, penales (cada quien sus gustos y necesidades), laborales y ya si tiene el ánimo, juicios familiares. Después de cursar una licenciatura considerada de las más extensas la vida del abogado no puede circunscribirse a ese universo.

El Derecho -como rama de estudio de las normativas- es tan amplio como facetas tiene una sociedad, permite inclusive para el de la voz (porque le apuesto a que esa leyendo esto con mi voz) compartir estas líneas jurídicas auto críticas.

Comenzaré por darle ese letal pero amistoso golpe al ego de los profesionales del Derecho, ¡Abogados no son el centro del universo! ¡Y no, el derecho no apasiona! Esa expresión es el reflejo de su falta de talentos en cualquier otro campo de la vida.

El derecho no es una de las profesiones fundamentales para el desarrollo del ser humano, es en ocasiones un obstáculo para el desarrollo humano y científico -como la historia de la cultura occidental lo ha demostrado- en contra de la divulgación científica, de la experimentación científica, de los métodos anticonceptivos, de la clonación humana reproductiva, la clonación humana terapéutica, los alimentos transgénicos, el reconocimiento a los derechos civiles de los plebeyos fue tardío, muy reciente en la historia moderna es la abolición de la esclavitud, el reconocimiento a los derechos civiles de los afroamericanos en USA, el derecho de la mujer al voto, el reconocimiento de uniones civiles para parejas del mismo sexo, por mencionar solo algunos ejemplos de la anquilosada marcha del Derecho.

Peor aún, existen mentes primitivas y medievales, que aún asocian al Derecho y el reconocimiento de los derechos Humanos o Civiles a la moral (judeocristiana, culpígena e impositiva) y en sus mentes aún relacionan el derecho canónico con el derecho moderno, cuyo principal característica es el rompimiento con la autoridad eclesiástica.

Debo con tristeza reconocer que he conocido colegas -desde la universidad- quienes carecían de talento alguno, razonamiento lógico matemático, conocimientos básicos de biología o ciencia, artísticos o cultura general, su característica principal era el deseo rabioso de dinero a costa de un futuro e ingenuo cliente o un título incipiente para aprovechas el rampante nepotismo del Sistema Judicial Mexicano.

Casos en que con la mitad de la carrera cursada y una cuarta parte de los créditos aprobada, conseguían copias certificadas por un Notario oaxaqueño y salían a engañar al mundo como supuestos Profesionales del Derecho a los 21 años.

Mención aparte merecen destacados catedráticos, quienes constituían una enciclopedia viviente y hacían lo que podía ante un alumnado indiferente, recuerdo en particular a una querida profesora de derecho internacional, y el examen que nos aplicó:

- ¡Pregúntense lo que quieran! ¡Y verán como reprueban!

La vergonzante conclusión del relato es que en efecto, en un grupo de 30 alumnos, sólo uno aprobó el autoexamen. La profesora sentenció:

- ¡Ustedes no estudian! ¡Solo memorizan para el examen y después lo olvidan!

Los parámetros del éxito profesional se convierten en una hoguera de vanidades y egos entre los ex compañeros ahora colegas y las tediosas reuniones, en donde al calor de bastantes copias, empiezan las exhibiciones acerca de quién es el mejor.

Así los profesionales del Derecho carecen de la cultura y la ética que en otros tiempos característica del Abogado, pues cualquier fracasado sin talento puede obtener su título profesional, a pesar de ridículas e irracionales tesis profesionales con patéticas defensas de la misma.

Y es que en el caso de la Universidad Nacional, son pocos los profesores que exigen, que llevan a alumno al límite, que lo obligan a aprender y aprehender, el ejercicio de la abogacía requiere de una constante capacidad de adaptación y aprendizaje pues el derecho es producto de la siempre cambiante sociedad, en el caso de la sociedad postmoderna y líquida el cambio es constante.

En el año 2009 cuando se reformo el código civil del Distrito Federal para incluir la figura del “divorcio” sin expresión, antagónico del divorcio necesario y sus causales imposibles de probar, acudí junto con mi amigo y en ese momento socio a una conferencia sobre el tema, al concluir la exposición, en la ronda de preguntas y respuestas un abogado “de la vieja guardia” acaparo el micrófono para realizar largas quejas de los cambios implementados “nos están cambiando la jugada” y “ya estamos muy grandes para aprender”, “Nos dejan en estado de indefensión”, “Están destruyendo a la familia”…etcétera.

Afortunadamente existen rebeldes cuya imaginación y raciocinio sobrepasan las limítrofes disposiciones de una ley, que se atreven a más, cuestionan, proponen, combaten el status quo, argumentan y convencen.

Mentes que estudian, analizan, deconstruyen, reconstruyen y proponen figuras juridicas y cuerpos normativos. Quienes son los peores enemigos de ese mediocre que estudio Derecho porque sí, porque no, porque es la profesión de los padres o por que creen que un discurso barato es sinónimo de jurista. 

Estas líneas son dedicadas a ustedes, los inconformes del derecho, que piensan fuera de la caja. 



La Suprema Corte del Acordeón

  En una segunda y final actualización respecto a la primera Elección Judicial celebrada en la República Mexicana, de nuevo unos datos:   ...