martes, 5 de noviembre de 2019

Ni chairo, ni facho.



Encontrándose iniciado el onceavo mes del primer año de gobierno de Andrés Manuel López obrador como titular del poder Ejecutivo Federal de los Estados Unidos Mexicanos, fijo mi postura al respecto.

Agradezco los espacios en los cuales participo, este blog que es dedicado principalmente a temas jurídicos dedicados a jóvenes estudiantes de la carrera de Derecho, el programa de radio donde participo con colegas y amigos, y las invitaciones que me han hecho a foros públicos.

Es sabido por mis amistades y seguidores en redes sociales que no simpatice con el candidato López Obrador, con sus propuestas las cuales consideré y considero populistas, sin sustento y económicamente inviables. He calificado públicamente como “pendejos” a los votantes del actual presidente, lo escribí en su momento y no me retracto, asumo las consecuencias y la responsabilidad de mi libertad de expresión, de mi maledicencia en este mundo de corrección política y cacería de brujas.

Obtuve el título de Licenciado en Derecho por la Universidad Nacional de México, cursé la especialidad en Derecho Constitucional en el posgrado de la Facultad de Derecho de la misma Universidad, con Mención honorifica y con la calificación perfecta, por lo cual me siento profundamente orgulloso, agradecido y principalmente comprometido a poner en alto el nombre de mi alma mater, por lo anterior renunció a unirme a las "Hordas de imbéciles" (como las definió Umberto Eco) que son extremos del fanatismo, defensivo a costa de la realidad e inquisitivo frugal y soso.

Como usuario del social media twitter, he apoyado activamente los hashtags de la oposición, y contestado algunos pocos agravios de su #RedAmlo, sin embargo, hasta hoy, cinco de noviembre de dos mil diecinueve, en que me declaro neutral ante la polarización política entre simpatizantes del Presidente y opositores a éste. División a la que día a día aporta combustible el Ejecutivo, quien descalifica a los emisores del mensaje, no importa si es el Diario Reforma, el FMI, TV Azteca, El Banco Mundial, El Secretario de Hacienda y Crédito Público, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) o los propios datos del gobierno, la soberbia del Presidente López Obrador es absoluta e intolerante a los cuestionamientos y la realidad que rompe el discurso de moral autoritaria y cristianismo cada vez menos velado.

Es preciso manifestar que me deslindo de las irracionales disputas de redes sociales, en donde endiosan al Ejecutivo Federal hasta el punto del fanatismo rabioso, y me deslindo de la oposición inmadura e incapaz de trascender las cortinas de humo. Ambos extremos carecen de argumentos, sus manifestaciones están movidas por animosidades no razonadas, por sentimientos viscerales, de revancha y de negatividad destructiva, pareciera que buscan el exterminio de las voces no afines.

Me comprometo a pensar, a trabajar por un discurso y análisis elevado, sin servilismos ideológicos o argumentos pasionales, por el bien de la sociedad. Que no quede duda en mi respeto y defensa de los Derechos Humanos, de las libertades individuales, de la propiedad privada, de la Seguridad Social y el trabajo como única fuente generadora de renta.

La Suprema Corte del Acordeón

  En una segunda y final actualización respecto a la primera Elección Judicial celebrada en la República Mexicana, de nuevo unos datos:   ...